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El fuego del tío Lucrecio

 "Un buen poema es una contribución a la realidad. El mundo nunca es el mismo una vez que se le ha añadido un buen poema. Un buen poema ayuda a cambiar la forma del universo, ayuda a ampliar el conocimiento que cada uno tiene de sí mismo y del mundo que le rodea." 
Dylan Thomas


El átomo, aquella partícula indivisible que enseñan en el colegio, nos es cercana a todos. Puede verse en el logo del equipo de beisbol del que es fanático Homero Simpson hasta en la presentación de la serie de televisión The Big Bang Theory. Sin embargo, pocos conocen que el modelo atómico estuvo condenado al ostracismo durante un par de milenios y que resurgió gracias a que un poeta lo había dejado plasmado en su obra.

En una entrada anterior (El corazón y la razón) comentamos que la poesía y la ciencia, a pesar de emplear un léxico evidentemente distinto (el lenguaje científico es preciso, pero acotado y el lenguaje poético es ambiguo, pero copioso), ambas fueron cómplices en manifestar y dar a conocer la realidad, su belleza y sus incertidumbres. 

El registro más antiguo que se tiene de un poema data del siglo XVIII a. C., se encontró en unas tablillas babilónicas se trata de un poema épico sumerio. La oralidad, necesariamente, precedió a la escritura. Teniendo esto presente, tal vez el mito de Prometeo no es más que una manera de nombrar el conocimiento de la domesticación del fuego (el descubrimiento científico más importante para la humanidad junto con el lenguaje) de manera poética. 

Hoy se reconoce como padres del atomismo a Leucipo y a su discípulo Demócrito; sin embargo, Mosco de Sidón fue el primero en proponerlo en el siglo XIII a. C.. Leucipo y Demócrito (siglo V a. C.) proponían que los átomos poseían diferentes formas y tamaños. Demócrito le incorporó el vacío a la descripción del átomo, cosa que no es para nada superflua ya que la mayor parte del volumen de un átomo es vacío. El problema con la teoría atómica de Leucipo y Demócrito es que era, imperiosamente, atea; no cabían en ella los mitos y deidades. Una nota al pie, o no tanto, es que Demócrito reía tanto que sospecharon de su salud mental y fue analizado por Hipócrates quien desestimó tales sospechas y lo nombró como el más sensato de aquellos tiempos. Quizás, el haberse tomado la “realidad” de esa manera haya sido lo que favoreció su longevidad; sin embargo, la contradicción es humana y cometió suicidio al disminuir, gradualmente, la cantidad de alimento ingerido.

La concepción atomista de Leucipo y Demócrito fue la base de la Escuela fundada por Epicuro (siglo IV a. C.) quién incorporó al azar como factor que afecta el movimiento de los átomos. Aristóteles, al mismo tiempo, si bien robusteció el concepto de materia (¿quién le iba a discutir al tutor de un conquistador?), se encargó de imponer la teoría de los cuatro elementos que relegó la teoría atómica y el avance del conocimiento por 2000 años. Paradójicamente, es el sacerdote Pierre Gassendi (siglo XVII) el que retoma la teoría atómica, continuando la obra de Epicuro, no sin antes fundirla con el pensamiento cristiano.

¿Cómo sobrevivió la teoría de Leucipo y de Demócrito desde los tiempos de Epicuro hasta Gassendi? Fue por la obra de Tito Lucrecio Caro, en su poema “De Rerum Natura”, un poderoso poema didáctico. A continuación se muestra un pequeño fragmento a modo de ejemplo:

 


La sed debido a la escasa e imprecisa descripción de la realidad se desbocó y se sucede una hilera de pensadores (como Boyle, Dalton, Mendeléiev, Thompson, Rutherford, Schrödinger, entre muchos otros),  que consiguieron sacar a la humanidad de la oscuridad, otra vez a la luz de la llama y al calor del fuego que nos hizo humanos, y llevarnos a la era del atomismo donde al día de la fecha ya contamos incluso con fotos de átomos. 

En definitiva, a la luz del fuego, de poetas y de científicos todos tenemos un poco. Al final, a la luz de los versos de Leucipo y del vaivén de la historia, Demócrito rió último.

Referencias

  • Sonia Moreno, Ph.D.. Mendeléyev y otros artífices de la tabla periódica. Rev. Acad. Colomb. Cienc. Ex. Fis. Nat. 43(167):163-164, abril-junio de 2019.
  • Rolando Rebolledo. Complejidad y azar. Cuadernos de Filosofía Nº 30-31 (104-119), 2012-2013. ISSN 0716-9884.
  • José Ramón Del Canto Nieto. El mito de Prometeo en la poesía y en la filosofía de Miguel de Unamuno. I.E.S. Madina Mayurqa (Palma de Mallorca).CFC (G): Estudios griegos e indoeuropeos. 2006, 16 283-305. ISSN: 1131-9070.
  • Vicente Cervera Salinas. El filósofo sonriente: Demócrito en el Mubam. Universidad de Murcia. Revista de Investigación y Crítica Estética. Cartaphilus 4 (2008), 29-37. ISSN: 1887-5238.
  • Álbar García de Gurtubai Escudero. Atomismo: De la Poesía de Lucrecio a la Ciencia de Galileo. Ontology Studies / Cuadernos de Ontología 12, 2012, 149-165. ISSN:1576-2270.
  • Diana Gómez de la Rúa y Fernando Diez Martín. La domesticación del fuego durante el pleistoceno inferior y medio. estado de la cuestión. Departamento de Prehistoria y Arqueología Universidad de Valladolid. Veleia, 26 189-216, 2009 ISSN: 0213 – 2095.
  • Omar Julián Álvarez Tabares. La poesía, el poeta y el poema. Una aproximación a la poética como conocimiento. Escritos / Medellín - Colombia / Vol. 21, N. 46 / pp. 223-242. Enero-junio 2013 / ISSN: 0120 – 1263.


[Diego Obiol, en sus palabras: Bahiense, carpintero de aluminio, instructor de sobrecarga, farmacéutico -egresado de la UNS- y doctorado en bioquímica por la misma Universidad. Desempeñé la profesión en Ushuaia y en Gral. Roca. Actualmente me encuentro terminando el posdoctorado en el laboratorio de biofísica del IFISUR-UNS-CONICET. Ejerzo la docencia en el departamento de biología, bioquímica y farmacia y en el departamento de física ambos de la UNS. Además, como docente de química en un colegio secundario. He sido galardonado mayormente en el género narrativa, aunque también he obtenido varios reconocimientos en poesía. He participado de múltiples antologías, he escrito algún prólogo y alguna contratapa de libro; y entre los reconocimientos, el mayor honor que obtuve fue que un concurso literario llevara mi nombre.]

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