Frankenstein se escribió una noche del mes de junio del siglo XIX, cuando en esta casa cerca del lago Leman, en Suiza, se produjo el mayor efecto mariposa de la literatura universal. La erupción del lejano volcán Tambora, en Indonesia, sumió a Europa en un desapacible verano que reunió, junto a la chimenea encendida de Villa Diodati, a cinco jóvenes: el escritor revolucionario Lord Byron, el poeta Percy Shelley, la que luego sería su mujer, Mary Godwin (Shelley), la hermanastra de esta, Claire Clairmont (amante de Byron y embarazada de él en aquel momento) y el médico y escritor en ciernes, John Polidori. Estamos en pleno Romanticismo, esa época de exaltación de los sentidos en la que todo era posible.
En el prólogo de su novela, Mary Shelley lo explica: "En el verano de 1816 visitamos Suiza y nos convertimos en vecinos de Lord Byron. Al principio pasamos horas agradables en el lago o merodeando por sus orillas, y Lord Byron, que estaba escribiendo el tercer canto de Childe Harold, era el único de nosotros que ponía sus ideas por escrito… Pero resultó un verano lluvioso y desagradable, y frecuentemente una lluvia incesante nos confinaba en la casa durante días. Unos volúmenes con historias de fantasmas traducidos del alemán al francés cayeron en nuestras manos (...). 'Cada uno de nosotros escribirá una historia de fantasmas', dijo Lord Byron, y todos aceptamos su propuesta".
De ese concurso improvisado que duró tres días surgieron dos de las novelas más terroríficias y míticas de la historia, El vampiro que escribió Polidori basándose en un texto inacabado de su protector y Frankenstein. El moderno Prometeo, una de las obras más geniales que se han relatado jamás.
"Me dediqué a pensar una historia, una historia que pudiese rivalizar con aquellas que nos habían incitado a esta tarea. Una historia que hablase de los misteriosos temores de nuestra naturaleza y despertase un horror excitante, que hiciese que los lectores temieran mirar a su alrededor, les helase la sangre, les acelerase los latidos del corazón. Si no conseguía todas estas cosas, mi historia de fantasmas no sería digna de su nombre", sigue Shelley.
La novela no se publicó hasta dos años más tarde (en 1818) y la misma autora la volvió a reescribir en 1831, pero se convirtió, casi desde el principio, en una ficción tan rupturista como visionaria y filosófica. Los discursos del monstruo del joven estudiante de medicina Víctor Frankestein, que crea a un hombre juntando trozos de cadáveres, son dignos de ser leídos. Se cree que Shelley pudo inspirarse en los experimentos con la electricidad y los muertos de Andrew Crosse, al que conocía, o en las investigaciones igualmente necrófilas del doctor Dippel en el Castillo de Frankenstein, en Alemania.Pero Villa Diodati, una mansión de piedra construida en el siglo XVIII, ya era famosa antes de que Lord Byron decidiera alquilarla aquel extraño verano. Escritores como John Milton y pensadores como Rousseau o Voltaire ya se habían alojado en ella en años anteriores. Entre esas paredes se habían escrito textos memorables. Su aura fantasmagórica, creció tras la publicación de las dos novelas y de las terribles muertes de los tres hombres que participaron en el concurso. Apenas 8 años después del "verano que no llegó", Polidori se suicidó a los 25 años, Percy Shelley murió en un accidente de mar en La Spezia, Italia, y Lord Byron se mató luchando en la Guerra de la Independencia griega. Las mujeres corrieron mejor suerte y de hecho Mary publicó varias novelas más, entre ellas El último hombre, en la que se narra las devastadoras consecuencias de una pandemia, la Peste. No se puede negar que la escritora no fuera visionaria.
Colaboración de Cecilia Stanziani
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