“Aquel que aprende debe sufrir. Incluso en nuestro propio sueño no podemos olvidar el dolor, que cae gota a gota sobre el corazón. Y en nuestra propia desesperación, aún en contra de nuestra propia voluntad, viene la sabiduría, por la terrible gracia de Dios”.
Esquilo
[Esquilo (525 a.C.-456 a.C.) fue un dramaturgo griego. Predecesor de Sófocles y Eurípides, es considerado como el primer gran representante de la tragedia griega. Nació en Eleusis (Ática). Pertenecía a una noble y rica familia de terratenientes. Luchó contra los persas en la batalla de Maratón (490 a.C.), en la de Salamina (480 a.C.) y, posiblemente, en la de Platea (479 a.C.).
Algunas de sus obras, como Los persas (472 a.C.) y Los siete contra Tebas (467 a.C.), son el resultado de sus experiencias de guerra. Fue también testigo del desarrollo de la democracia ateniense. En Las suplicantes (463 a.C.), puede detectarse la primera referencia que se hace acerca del "poder del pueblo", y la representación de la creación del Areópago, tribunal encargado de juzgar a los homicidas.
Se cree que escribió unas noventa obras. Comenzó siendo muy joven pero solo vino a obtener su primera victoria en los agón («certamen o concursos públicos griegos”) en el año 485 a.C. cuando contaba unos cuarenta años.
Desde entonces se hizo famoso y el pueblo lo admiró como a su máximo trágico, habiendo ganado doce concursos dramáticos más a lo largo de su vida.
Fue un innovador en el campo de la tragedia y es considerado como el poeta trágico por excelencia en la historia del mundo y el fundador de la Tragedia Griega.
Sus tragedias, representadas por primera vez el 500 a.C., se ofrecían como trilogías, o grupos de tres, unidas por un asunto común, y cada trilogía venía seguida por un drama satírico.
De la importancia de la obra de Esquilo da fe el hecho de que se permitiera que sus obras fueran representadas y presentadas en el certamen en los años posteriores a su muerte, junto a las de los dramaturgos vivos; un honor excepcional, ya que era costumbre que las obras de los autores fallecidos no se pudieran presentar al agón.
Leyenda sobre su muerte: Circulaba en la Antigüedad una anécdota legendaria que recogen diversos autores como Valerio Máximo, Plinio el Viejo, Claudio Eliano, entre otros. Mientras se había retirado a meditar o escribir a las afueras de la ciudad de Gela, Esquilo habría muerto al recibir sobre su cabeza el impacto del caparazón de una tortuga que había arrojado un águila. El águila habría confundido su cabeza calva con una roca. Previamente, un oráculo le había emitido la predicción de que un dardo venido del cielo le mataría.]
Colaboración de Diego Obiol
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