Los microrrelatos o microcuentos tienen también sus normas de escritura.
Trataremos de colocar las más destacadas:
Trataremos de colocar las más destacadas:
- Muy breve: El microrrelato es una historia de ficción que apenas necesita unas líneas para ser contada (por norma general tiene entre cinco y doscientas palabras).
- Navega entre géneros: Posee una parte poética, que se mezcla con aforismos, con los haikus… Por lo tanto, seamos libres de experimentar.
- Condensar: Recordemos que no cuenta una historia sino que sugiere al lector para que sea él quien rellene los huecos e imagine todo lo que no contamos. Pensemos en el momento álgido de una historia y construyamos el texto a partir de allí.
- Palabras precisas: Si en el cuento cada palabra es importante, en el microcuento mucho más. Elegir bien las pocas palabras que vamos a usar. Buscar sinónimos si hace falta. Es como una foto instantánea que nos muestra un aquí y ahora.
- Provocar una idea evocadora en el lector: es una imagen que sigue trabajando una vez concluida la lectura.
- Usa un giro final: Ya sea por un fin abrupto o abierto, debe invitar a la reflexión.
- El título: Las palabras del título pueden aportar una nueva connotación al texto y hasta resignificarlo.
- Atrapa al lector: Debe producir intriga, deseo de seguir leyendo y un final sorprendente.
- Usar referencias conocidas: personajes famosos, eventos históricos, situaciones literarias conocidas… no necesitan mayor explicación. Este puede ser un truco a la hora de iniciarse en los microcuentos.
- Escribir y reescribir: el microcuento es una pieza de relojería pequeña pero que debe funcionar perfectamente, de allí la necesidad de revisar, recortar y mejorar, hasta lograrlo.
A modo de ejemplo hemos seleccionado:
EL DRAMA DEL DESENCANTADO de Gabriel García Márquez
...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser vivida.
Colaboración de Cecilia B. Stanziani
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