Ir al contenido principal

Palabras


A pocos días para cerrar este 2020; por cierto, un año atípico, un año marcado por una pandemia, un año que no podremos olvidar.

Estos meses han sido meses de lucha incansable, compartiendo experiencias, momentos, sentimientos… ojalá nada de esto hubiera ocurrido, pero de todo se aprende, hasta de esta experiencia.
El covid-19 de alguna u otra forma nos ha afectado a todos.

Los que trabajamos en salud hemos tenido experiencias difíciles de soportar, pero esta, la de lucha contra el Covid-19 nos marcará para siempre; seguirá grabada en nuestras retinas.

Este año ha sido muy duro, nos hemos sentido impotentes, desbordados, con incertidumbre. Nos hemos convertido casi en expertos en microbiología, con la presión de aprender continuamente, ya que tratábamos de buscarle la lógica a este “bicho”, pero no la encontrábamos.

A cada uno le afectaba de manera diferente. En mi lógica no lograba comprender el por qué parecía ensañarse con much@s colegas. Como olvidar a la dulce R, alojada en la habitación 15, enfermera, a la cual no le daba un día sin síntomas, como olvidarme de sus lagrimas y de mis ganas de poder abrazarla; pero no podía…

Dimos todo lo que podíamos dar; trabajamos al límite de nuestras fuerzas, ya que para tratar de sobrevivir a la crisis económica por la cual estamos pasando, algunos de nosotros tenemos dos y hasta tres trabajos; pero al final comprendimos la razón por la cual elegimos esta profesión, la de ser ENFERMEROS.

Tratamos de cubrir las necesidades básicas y emocionales. Nos convertimos en mucamas y hasta un poquito en psicólogos, ya que éramos las únicas personas con las que los pacientes aislados podían tener un mínimo de contacto.

Hemos aprendido a sonreír con los ojos, a abrazar con la mirada y a consolar con un apretón de manos a través del doble par de guantes.

Hemos llorado, porque los que estábamos detrás de los EPP no éramos superhéroes, éramos personas. En la escuela de enfermería, cuando estudié hace bastantes años, recuerdo cuando nos reforzaban la idea de que podíamos con todo, comentarios tales como podes salvar una vida con solo tus manos, generaban una presión que para el común de la gente te hacen parecer a un héroe de comic.

Somos personas simples, algunas mamás, papás, hermanos, hijos, novios, amigos, siempre habría alguien esperándonos.

A mí me esperaban mis dos hijos adolescentes, los cuales también tuvieron que lidiar contra el Covid-19 a su manera, sabían que mamá era enfermera, eso lo saben desde que nacieron, pero esta  vez sentían miedo, nunca me habían cuestionado un trabajo, pero no querían que me exponga, recuerdo que les dije que en mi trabajo estaba protegida, que si me contagiaba no iba a ser allí. El Covid-19 también hacia que la estructura que tenía en mi casa, se viera afectada.

Cuando dejamos la guardia empezaba el mismo ritual de cada día, volvía el mismo temor, el temor de llevar el “bicho” a casa y contagiar a nuestros seres queridos. Ducharnos, lavarnos las manos hasta que la piel se curtiera y se adaptase a tantos lavados por día. Regresábamos a nuestros hogares como siempre, como si la pandemia no existiera. Llegaba a mi burbuja, a mi casa, con mis hijos, mis dos perros, otra desinfección con alcohol antes de entrar y “correr” a tomar otra ducha. Descansaba un par de horas y me obligaba a ir a boxeo. En ese deporte pude encontrar mi cable a tierra…

Y así volvíamos al otro día a tomar la guardia en el gigantesco DOW CENTER, dispuestos a transmitir ánimos y fuerza. Cuantas experiencias con muchos pacientes, pero quizá serán contadas en otro momento. Siempre me hacia la misma pregunta: ¿yo aguantaría estar 10 días mínimo aislada en una habitación? ¡Y la respuesta automáticamente era NO!

A muchas personas se les hacía fácil o por lo menos eso transmitían, a otras se les complicaba estar tantos días lejos de sus familiares, de sus seres queridos, de dormir en sus camas, de tomar un poquito de sol, de soportar el dolor.

Pero ahí estaba el equipo de salud mental, siempre listos, nosotros detectábamos el problema e inmediatamente se los comunicábamos e intervenían. ¡Y como se notaba la diferencia al otro día!

Con la página del día después, veo la carencia en nuestra formación en el área de psicología. Ahora era el tiempo de contener sin abrazar… ¿Cómo íbamos a encarar esto? Por suerte ustedes ahí, al pie del cañón…

Por todo esto, me quiero enfocar en el trabajo que hace el equipo de salud mental; esta pandemia, que como dije en las primeras líneas quedará grabada en nuestras retinas. También llevo un recordatorio tatuado en mi piel. Dejará secuelas, heridas de guerra…

Ojalá no nos olvidemos de todo lo que hemos vivido, se agradecen los aplausos que al principio nos llenaban de orgullo, los  mensajitos de los pacientes recuperados, los regalitos que nos mandaban, las fotos que nos pedían sacar cuando se iban, pero en especial no me alcanzan las palabras para agradecer a todo el equipo de Salud Mental de la Municipalidad De Bahía Blanca, gracias porque en tantos años de profesión me sentí por primera vez CUIDADA, Porque ¿quien cuida al que cuida? Gracias infinitas por acompañarnos cada jueves a las 10.30 con las charlas por zoom.

Gracias por la contención, por los minutos prestados, por las palabras…

En estas líneas no puedo dejar de agradecer también a todo el equipo del U.C.M.A Dow Center capitaneados por Diego, a Nancy, Daniel, Gabriel, Maricel, Lucia, Carlos, Emilio, Sole.

Sigamos haciendo digna nuestra profesión.

“El mundo tardará 150 años en ver el tipo de enfermería que imagino”
Florence Nightingale 1870.

Por Karina Ferrada MP 55510.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

El milagro de la Mariposa

¿Sabe la mariposa que se muere? Entiende, acaso, ¿el milagro de sus alas? Vuela ante mi nariz, imperturbable al paso del tiempo. Por breve instante, un rayo de sol la atraviesa, la transparenta. Y ella sigue su curso. En unas pocas horas, quizá la mariposa ya no sea más que polvo. Pero en esa ínfima colisión de su mundo con el mío, entiendo la relatividad del tiempo, la arbitrariedad del tiempo, la inexistencia del tiempo. Más allá, donde mis ojos descansan en el horizonte, un roble se iza todo poderoso. No quiero acercarme, no sea cosa, que, en breve pestañeo, comprenda que yo si sé, de mi finitud. Por Candelaria Marino [Biografía de Candelaria Marino con sus palabras: Nací en Pedro Luro, al sur de la provincia de Buenos Aires. Tengo 31 años. Soy la primera de tres hermanos. De pequeña amaba leer. Estudié medicina, concluyendo mis estudios en el año 2014. Posteriormente me formé como Pediatra, especialidad que hoy en día ocupa y alegra mis días. Escribir es una pasión y, en la mayoría...

De qué se trata

Hemos resignificado el término pandemécum para definir nuestro espacio, fusionando las palabras pandemia y vademécum. La iniciativa de la Asociación Médica de Bahía Blanca es encontrar un espacio artístico con un fin terapéutico en estos tiempos de pandemia que nos ha tocado vivir. Quienes deseen participar podrán enviar sus escritos (cuentos, relatos, poesías...), o en caso de ser artista plástico, fotografías de sus obras, así como fotografías que hayan sido captadas en forma personal. El formulario se encuentra en https://bit.ly/2Fu6lTk Convocamos a cuatro escritores de reconocida trayectoria, que colaborarán intercalando consejos de escritura. A quienes les agradecemos su buena predisposición, ellos son los Dres. Julián Arévalo y Pablo Curino, la Sra. Anny Guerrini y el Dr. en Bioquímica Diego Obiol.  La regla de oro que hemos dispuesto es que: No permitimos la incitación al odio o a la violencia. Eliminaremos contenido que promueve la violencia o el odio contra personas o grup...

Un largo retorno a casa

Si alguien me hubiera dicho que después de dos noches de insomnio y luego de hacer un viaje de 25 horas, tendría que subirme a un auto que no era el mío, y manejar de noche 650 kilómetros, le hubiera respondido que nada podría llevarme a hacer semejante locura, y sin embargo… Mi viaje a la India empezó a planificarse cuando yo tenía ocho años. Unos amigos de mis padres que vivían en ese país vinieron a visitarnos. Me quedé fascinado escuchando por horas lo que contaban. Luego nos regalaron un cuadro con un elefante y un hombre arriba, pintado de múltiples y llamativos colores, con un detallismo asombroso; pero lo que lo hacía maravilloso y nunca visto, era que estaba dibujado en la hoja de un árbol. ¿Cómo alguien podía tener semejante precisión? Lo que describían parecía un mundo mágico y exótico. ¿Que el elefante era un animal sagrado? Bueno, eso se entendía. ¿Pero la vaca también? ¿Qué tenía de extraordinaria la vaca para ser sagrada, más allá de ser tema de redacción en la escuela?...